sábado, 1 de noviembre de 2014

Moriatur anima mea mortem philosophorum




Una anécdota para la historia esencial de la filosofía política (de don Alfredo, of course):

"Don Joaquín Costa fue invitado a pasar unos días en un pueblo andaluz. Los hombres significados de la localidad invitaron al ilustre polígrafo a pasar la velada en el Casino.

Costa acudió por cortesía. Después de tomar café, se empezó a charlar de diversos problemas políticos y sociales.

Don Joaquín hablaba con efusión y entusiasmo de apóstol, queriendo llevar el convencimiento de sus ideas a los oyentes.

Pero estos, poco a poco, iban desfilando, hasta que sólo quedaron tres o cuatro al lado del pensador aragonés.

El alcalde, viendo lo violento que aquello resultaba, invitó a Costa a jugar una partida de tresillo.

Don Joaquín se desató en improperios. Jugar al tresillo era perder el tiempo lastimosamente.

El médico de la localidad, gran lebrero y aficionado al juego, quedó mirando a Costa. Luego, falló definitivamente:
- Ese hombre está loco.

Y los vecinos del pueblos quedaron convencidos, desde aquel momento, de que Costa era un temible orate.


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