jueves, 11 de mayo de 2017

Nuestra Señora de la Lectura Lenta, 3

Estaba en la Plaza de Cataluña esperando el tren cuando he recibido un mensaje de Armando Pego que me decía lo siguiente:
Querido Gregorio,
fascinado por tus entradas dedicadas a Nuestra Señora de la Lectura Lenta, me permito enviarte una imagen que seguro que conocerás: La Virgen Niña dormida (c. 1635), de Zurbarán. 

Querido Armando, resulta que esta iconografía sólo ha sido relevante para mí cuando, consciente de que me estaba persiguiendo, me he detenido a observarla. El sentido nos persigue, pero tiene que llegar el ángel a decirnos: "¡Párate, hombre, párate y mira!" (¿no es esto, en el fondo, todo lo que nos dice Heidegger?). Y en eso estoy. En tu mensaje añades: "¡Qué importante es que los niños empiecen a leer desde pequeños, y que sueñen con libros entre las manos, para que de mayores puedan entender bien la aparición y los mensajes de los ángeles!" Y justo al leer esto ha llegado el tren. Venía repleto, pero gracias a Dios he encontrado un asiento. Y allí, rodeado de turistas, se me ha ocurrido este entretenimiento, que es sólo una manera de decirte gracias:

María estaba leyendo 
con lentitud, a porfía,
porque leer es orar
y así orando se instruía,

meditando cada frase, 
rumiando lo que leía,
Y de pronto entre las letras
-dos negritas de una esquina-

entre un voleo de plumas
un ángel aparecía
tomando cuerpo en el aire 
tal cual la palabra viva.

Era el ángel mensajero
de un signo que retenía
el significado oculto
que la letra recluía.

"¿Qué quieres de mí, buen ángel?
¿Qué quieres? ¿Qué me confías?"
"Vengo a deciros, Señora,
algo que vos ya intuíais:

Para comprender el verbo
hay que encarnarlo sin prisas
porque en toda comprensión
anda latiendo un Mesías."

Milagro de la atención 
que se resume en un Fiat.
Y así he llegado hasta Ocata
entre versos a María.

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