domingo, 13 de mayo de 2018

Mis entrañables espías

Hoy ha venido a comer a casa nuestro querido amigo Luis Moctezuma, que acaba de llegar de México, y me ha traído un regalo: el teléfono de alguien que conoció a Carmen Brufau. Esta tarde lo he llamado y tras varios intentos fallidos he conseguido hablar con él. Se trata de una persona mayor y el tono de su voz subía, bajaba y a veces, se perdía, pero me ha contado cosas muy interesantes y creo que con el tiempo podrá contarme aún más.

Mis espías se han convertido, quiéralo yo o no, en mis entrañables compañeras de viaje, enigmas que me llevan de la mano por ámbitos que hasta hace poco eran para mí impensables y por los que ahora me muevo no diré que como Pedro por su casa, pero sí que con cierta familiaridad. 

Los pedagogos modernos suelen insistir en lo importante que es la emoción como motor del aprendizaje. Yo de lo que puedo hablar con absoluta certeza es de que el conocimiento es un fenomenal generador de emociones y de que no hay emoción intelectual más viva y gratificante que la del descubrimiento, cuando dos piezas del rompecabezas que tenías delante encajan y de repente algo que estaba en la sombra adquiere un perfil reconocible.

¡Bendita curiosidad insistente, qué gran compañía eres!

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